Memorias de la Hermana Lucía
Compilación del P. Luis Kondor, SVD
1. Infancia y amistad con los primos
La narración arranca en Aljustrel, donde Lucía, la pequeña de siete hermanos, pasa su niñez jugando con sus dos primos, Francisco y Jacinta. A pesar de su carácter a veces reservado, Jacinta demuestra un corazón noble y tierno: se emociona al meditar en el Crucificado, llora al oír la Pasión de Cristo y aprende con rapidez el catecismo, ejerciendo luego como “catequista” de sus primos. Su encuentro ininterrumpido con la naturaleza —jugando entre higueras y ciruelos, recorriendo el campo con el rebaño— forja en ellos un vínculo profundo de inocencia y fe .
2. La primera aparición y su repercusión
El 13 de mayo de 1917, aquellos niños subían con las ovejas a la Cova de Iría cuando la Virgen se les aparece —tal como Lucía ya había relatado en sus escritos anteriores—. Aquel encuentro cambió su vida: la Virgen les instruyó en la recitación del Rosario, los invitó a sacrificios y les habló de la conversión de los pecadores. Jacinta, en especial, abraza de inmediato el llamado a la intercesión: ofrece su merienda a los más pobres, come bellotas amargas para “convertir a los pecadores” y medita con honda impresión el misterio del infierno y la eternidad .
3. Obstáculos familiares y fidelidad a la misión
Cuando la noticia de la aparición se extiende, la familia de Lucía presiona para que ella confiese que mintió; llegan incluso a amenazarla con llevarla ante el párroco para que reniegue. Pero, gracias al apoyo mutuo de los primos, al consuelo que hallan en sus coloquios junto al pozo familiar y al ejemplo de obediencia y discreción que les ha dado la Virgen, los tres perseveran en silencio y fidelidad. Ávidas de cumplir la misión encomendada, rezan el Rosario con intensidad, se ofrecen a Dios y sueñan con la promesa de ser llevados al Cielo.
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